martes, 21 de febrero de 2012

la primera vez duele...

Lo hemos conseguido. Hemos hecho un pitching maravilloso, hemos captado su atención y entonces, el productor, hace un hueco en su apretada agenda (las venden así, apretadas) y nos invita a comer. Siempre nos invitan a comer.

Tras duras deliberaciones sobre qué vestuario sería el apropiado, descartamos la camiseta negra descolorida con el logo de Sitges '98. El traje, si no estamos acostumbrados, nos sienta como a un coche una persiana, así que optar por los tejanos de siempre y una camisa no parece una mala elección.

Nos presentamos en el restaurante quince minutos antes. Nuestro interlocutor  llega, quince minutos más tarde de la hora convenida, con el móvil pegado a la oreja - no nos olvidemos de su apretada agenda- nos ponemos en pie dispuestos a estrecharle la mano mientras él termina su conversación. Ahí, en pie, dudamos si ofrecerle la mano, retirarla, volver a sentarnos o salir corriendo. Cuelga, por fin y nos saluda con su mejor sonrisa.

Una vez a la mesa os recomiendo olvidaros de pedir ensaladas y demás platos con tendencias francotiradoras. Seas tú la víctima o lo sea él, el apuro es enoooorme.

Y para beber, agua. Clara y fresquita.

Durante la comida, no tratéis de convencerle con un nuevo pitching: si estamos ahí es porque nuestra historia YA le interesa. Existen dos tipos de productores, los que preguntan y los que no. Los más peligrosos son éstos últimos. Su objetivo es saber si eres, de verdad, un guionista o simplemente un tipo al que se le ha ocurrido una buena idea. Con los que preguntan resulta más sencillo. No en vano conocemos - o deberíamos conocer- perfectamente nuestra historia.

Lo más frecuente es que te hable de su productora, de sus objetivos a corto y medio plazo, de sus éxitos recientes... no está de más que sepamos cuáles son y en la medida de lo posible, haber visto alguna de sus películas... queda bien y crea confianza.

Durante la comida, como buen descastado, nos preguntaremos cuándo va a poner frente a nosotros el deseado contrato. Quizás sea a los postres... puede que nos lleve luego a su despacho. ¡Despierta! lo más lejos que nos va a llevar es al huerto: no lleva ningún contrato en el bolsillo de la americana. Nos pedirá desarrollar - Oh Tierra, trágame- el guión.

Y ahí, mis queridos amigos, es cuando hemos de decir nones.
Con dos cojones.

Hay que dejar clara una cosa: no nos negamos a escribir. A lo que debemos negarnos siempre, siempre, es a escribir gratis. Ellos saben, oh sí, que escribir un guión es un trabajo. Y los trabajos se cobran. Lo más razonable es llegar a un acuerdo mediante la firma de un contrato.

Si no entra en razón...  agradecedle la invitación, despediros cortesmente y mantened en secreto vuestro oscuro lamento por no haber pedido una gran ensalada con mucho aliño.


2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Si, hay un rumor que cuenta que los productores, son como los gremlins, si comen a según que horas se transforman ;)
      Iván desde febrero me tienes esperando el siguiente post ...

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